martes, 11 de octubre de 2011

"Ningún populismo combate realmente a la pobreza, porque necesita pobres"

Edición Online | 09-10-2011 | 8:05   Marcos Aguinis

El escritor disertó en nuestra ciudad sobre los riesgos de la cultura autoritaria y el deterioro de las instituciones de la república. Las falencias culturales como contexto, y el “hipnotismo” ejercido por el poder como claves del triunfo electoral del kirchnerismo, en lo que considera un predominio circunstancial.

“Se dice que hay políticas de Estado, que hay una visión estratégica, que hay un modelo, pero no existe tal cosa. El modelo consiste simplemente en acumular poder y dinero para un círculo pequeño”.  Foto:Amancio AlemEmerio Agretti
politica@ellitoral.com

No todo es atroz desencanto en Marcos Aguinis. Con el arribo del vuelo y el traslado desde Sauce Viejo hasta el hotel del complejo portuario sensiblemente retrasados por la fuerte lluvia de ayer, uno de los intelectuales más críticos del gobierno -y de todo lo que identifica con el populismo, la impronta autoritaria o la intolerancia- eligió empezar hablando de esperanza. La que deposita en esa “Argentina secreta” que se mueve en las iniciativas y el trabajo de las nuevas generaciones, en la gestación de una suerte de revolución pacífica apoyada en los avances tecnológicos, y que en este caso aprovechó a vincular con la juventud de la Sociedad Rural, que lo invitó para disertar en el congreso nacional desarrollado este fin de semana en nuestra ciudad. Después, naturalmente, retomó con su acostumbrada contundencia y erudición el abordaje de las preocupaciones que nutren su obra ficcional y ensayística, y lo tienen actualmente en la trinchera de la opinión pública.
“Se dice que hay políticas de Estado, que hay una visión estratégica, que hay un modelo, pero no existe tal cosa. El modelo consiste simplemente en acumular poder y dinero para un círculo pequeño”. Foto:Amancio Alem

—Nosotros hablamos sobre muchos aspectos que parecen incendios y tormentas, y de cambios que dan la sensación de que van a dar vuelta al país, y después no pasa nada. Pero hay una Argentina secreta que está integrada por las nuevas generaciones, vinculadas con la tecnología, con la informática, con las diversas aplicaciones de la ciencia, en el agro, la ganadería, la industria de la alimentación, y ni hablar de otros campos. Y esto es muy importante, porque son las aguas profundas que van moviéndose y extrayendo un limo muy fecundo. Cuando se habla de la primavera árabe, no sé en qué va a terminar todavía, pero evidentemente allí había aguas profundas que se estaban moviendo, cuando en la superficie parecía que todo estaba igual, una sociedad fosilizada.

Los iluminados

—¿En qué se basa para pensar que en nuestro país podría darse algo así?

—Creo que hay una Argentina secreta, integrada fundamentalmente por los jóvenes, que a través de la globalización que implica la informática, tienen conocimientos sobre lo que está pasando en muchos aspectos de la vida. Esto se acompaña de cuestiones negativas, como es la caída de la educación. La educación pública, que en Argentina fue modélica, viene degradándose en forma muy acelerada. La televisión es un instrumento que no se utiliza para transmitir los conocimientos y la mejora del lenguaje, sino para la frivolización y yo diría el embrutecimiento; una tendencia a convertir nuestro cerebro en un callo. De modo que éstos son los aspectos que están en contraposición. Pero yo tengo esperanzas en esta Argentina secreta.

—Entre los principales condicionamientos en contra de eso, usted advierte sobre los efectos del populismo. ¿Cómo se verifica hoy en la Argentina?

—El populismo es un movimiento que surgió hace tiempo, alcanzó un pináculo en el siglo XIX, adquirió sus malos procedimientos especialmente en el gobierno de Napoleón III, dando lugar a lo que se llama el bonapartismo -que es la utilización de los fondos públicos y la asistencia social con fines exclusivamente demagógicos, no aspiran a cambios de fondo. Después se acopla a eso el gatopardismo, que consiste en cambiar algo para que todo siga igual. Y en general el populismo se caracteriza por dos factores, si uno lo quiere reducir a una visión esquemática: el dinero y el poder, que son como hermanos gemelos que se apoyan uno en el otro. Hace falta acumular dinero para tener poder, y hace falta poder para asegurarse la posesión del dinero. Y esto está vinculado a su vez con que en todos los populismos aparece un liderazgo, que en general es unipersonal, que no quiere dejar su sitio a otro, se opone a la alternancia y usa para eso formas muy diversas. Y tiene un círculo de cómplices que lo sigue, con una mentalidad sectaria y un triunfalismo, basado en ese asistencialismo demagógico, que no tiene vistas a futuro. En los populismos hay políticas de corto plazo, no se piensa en políticas de Estado a largo plazo. Y ese corto plazo es negado con la mentira sistemática. En todos los populismos de cualquier país del mundo usted va a ver que se miente.

—¿En qué, por ejemplo?

—Entre otras cosas, se dice que hay políticas de Estado, que hay una visión estratégica, que hay un modelo, pero no existe tal cosa. El modelo consiste simplemente en acumular poder y dinero para un círculo pequeño.

Por otra parte, el populismo se jacta de luchar contra la pobreza. Pero ningún gobierno populista ha logrado erradicarla de una manera sustantiva, en ninguna parte del mundo. Porque perdería sus clientes, que son los pobres, los que son ignorantes y son manipulados como los niños a los que se regala una golosina y corren detrás, contentos; por eso la popularidad de Papá Noel (sonrisa). Pero erradicar la pobreza no. En ningún país donde no exista la pobreza, o ésta sea escasa, se va a dar el populismo. Uno no ve populismo en ningún país escandinavo, en Canadá, en Australia. No, están en América Latina, en África, donde hay pobres. Y el gobierno populista pretende que los pobres sigan existiendo. Por eso hay medidas que son absurdas: por ejemplo, Aerolíneas Argentinas pierde millones de dólares por día. Con ese dinero se podrían construir diariamente decenas de viviendas. Y en vez de éso tenemos gente durmiendo a la intemperie, en un día como el de hoy. ¿Y dónde está la sensibilidad por el pueblo?

Estas son las características deletéreas del populismo, que por supuesto tiene sus trampas; mecanismos muy hábiles que utiliza para confundir, hipnotizar y tener sometida a la población.

La matriz del infierno

—Esa hipnosis sería clave, según usted, para resultados electorales como el de las recientes internas nacionales, donde la presidenta superó el 50 % de los votos.

—Es así. No nos olvidemos de que en 1995 Menem arrasó, era invencible. Y eso es porque también era populista; no hay mayores diferencias, por más que uno se diga de izquierda y diga que el otro era de derecha. Es más o menos lo mismo: la corrupción, las medidas de corto plazo, no hay políticas de Estado importantes. Entonces, cuando la población estaba feliz, porque tenía la sensación de que había dinero, un peso equivalía a un dólar, iba al extranjero y decía deme dos, y Menem arrasó. Y esto va a pasar posiblemente ahora de nuevo, pero son situaciones transitorias. Esto se debe a que el ser humano es hipnotizable, como ya ha descripto muy bien la psicología de masas; una especialidad que tuvo un gran desarrollo sobre todo en la década del ‘50, sobre todo por una obra de Wilhem Reich, que era un discípulo de Freud. En algún momento se pretendió que las masas son infalibles, que nunca se equivocan. Pero a medida que se avanzó en el estudio se llegó a la conclusión de que es todo lo contrario, y que son fácilmente manipulables.

—¿Usted advierte allí una constante histórica?

—Se lo ve claramente con el fascismo, con el comunismo, con los movimientos totalitarios. Las masas son manipulables; uno ve masas de gente y causa gran impresión cómo siguen a un líder. Pero esto es una herencia que tenemos los seres humanos de la etapa zoológica; porque los animales siempre andan en masa. Las ovejas están en rebaños, las aves en bandadas, los peces en cardúmenes: son masas. Porque al estar juntos tienen sensación de protección, de amparo. Pero por delante va uno, que dirige, y los demas lo siguen. Y si el que va adelante se equivoca, todos van a terminar mal. Entonces, el fenómeno de las masas conspira contra lo más bello y digno que tiene el ser humano, que es la individualidad; ser una persona capaz de pensar, y pensar distinto, y tener lógica. La masa no tiene lógica, se convierte en un cuerpo que no respeta leyes y que es arrastrado. Es lo que pasa con los equipos de fútbol -véase lo que fue el descenso de River-: las hinchadas son masas, que dejan de tener responsabilidad y actúan de manera irracional. Entonces, este fenómeno de masas explica por qué votaron tantos por Menem, tantos van a votar ahora por Cristina, y van a votar en contra de ella después.

—El otro comportamiento de las masas es tratar de impedir o eliminar la disidencia.

—Sí si, claro. Bueno, uno habla de la sociedad argentina, pero no podemos decir que sea una masa. Uno ve los resultados de la última interna, y la mitad no votó por el kirchnerismo. Lo que ocurre es que hay tendencias dominantes que son usadas por el populismo con fines triunfalistas e hipnotizadores. Entonces, se crea una sensación diferente de lo que está ocurriendo. El populismo se caracteriza por tener gobiernos autoritarios, que se apropian de los medios de comunicación y que destruyen los poderes de la República. En todos los populismos, el Poder Judicial no tiene fuerza y el Poder Legislativo no tiene fuerza. El que tiene fuerza es el líder que está arriba. Y de eso tenemos ejemplos extremos de carácter totalitario y otros de aspecto más democrático. Pero todo gobierno populista es elegido y luego se eterniza. El error muy grande que imponen es creer que es democrático si fue elegido. Pero se olvidan que democracia no es sólo una elección. Democracia es lo que viene después de la elección, cuando se respeta la división de poderes, la libertad de expresión, a las diferencias, y se permite que la sociedad funcione a pleno, que su capacidad crezca a través del debate y la diferencia. 

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