domingo, 2 de octubre de 2011

Ataques a la democracia real

Viernes 26 de agosto de 2011 | Publicado en edición impresa
Por Claudio Jacquelin | LA NACION
na falsa premisa ha logrado desviar hasta ahora la discusión y minimizar la importancia de las fallas, irregularidades o errores en el escrutinio de las primeras elecciones primarias abiertas y obligatorias, realizadas hace 11 días. Es el triunfo del argumento oficialista, según el cual al haber 38 puntos de diferencia entre el primero (la fórmula encabezada por Cristina Kirchner) y el segundo, nada puede cambiar en la práctica la existencia de un porcentaje menor de votos mal computados. Aunque para el juez federal con competencia electoral en el mayor distrito del país no se trata de pequeños desaciertos sino de "errores muy grandes".
El Gobierno y sus seguidores han conseguido reducir la mala praxis en el escrutinio a una cuestión aparentemente inocua para la democracia; un mal menor de naturaleza ética, moral y hasta legal, aunque no política, que es lo que importa, según ese argumento.
Pero, como pocas veces, queda en evidencia que una media verdad suele ser una gran falacia: el error, aun menor, en el cómputo de los votos no sólo tiene o puede tener consecuencias prácticas, sino que estas consecuencias pueden ser graves y producir efectos decisivos para la representación ciudadana. Es decir para la democracia real, no formal.
El caso de las elecciones primarias es manifiesto: no tenían por objeto determinar cuáles serían los candidatos y los partidos más votados. Los dos objetivos de la reforma electoral, que enorgullece al Gobierno, eran revitalizar la vida interna de los partidos con la elección abierta de candidatos y fortalecer la representación política evitando una atomización extrema de ofertas electorales. Como las candidaturas para los cargos más relevantes estuvieron resueltas de antemano, quedaba en pie, como único gran justificativo para la realización de las primarias, saber quiénes alcanzarían el piso del 1,5% de los votos exigido para poder presentarse en las elecciones generales de octubre.
Por lo tanto, aunque los niveles de irregularidades fuesen menores, podrían tener singular impacto en la práctica.
Para decirlo de otra forma, lo que para el Gobierno es insignificante puede ser vital para muchos ciudadanos, que quedarían sin opciones electorales porque sus candidatos no obtuvieron ese 1,5% del total de los votos. Y quizá no por culpa imputable a esos ciudadanos, a sus candidatos o a sus partidos, sino por errores, irregularidades o delitos de quienes deben velar por el respeto a la voluntad popular.
La falsa premisa oficial obtura también el debate y la preocupación respecto de la importancia de la transparencia de las elecciones, no sólo primarias, sino también generales, al reducir todo a una cuestión de ganadores y perdedores en el terreno de los cargos ejecutivos.
Ocultan los funcionarios el valor práctico que tienen pequeños porcentajes de votos en un sistema de representación proporcional para la composición parlamentaria, que resultaría gravemente adulterada y, en consecuencia, violentado el sentido del sufragio popular.
Queda en evidencia que un pequeño error puede tener graves consecuencias y ocasionar grandes problemas para la vida democrática en términos prácticos, y no sólo en el ámbito de la ley, la ética y la moral, que la real politik suele despreciar.
No sólo el triunfo sino la magnitud de la victoria del oficialismo en las primarias no están en duda, pero el principal responsable político de las elecciones, Florencio Randazzo, no puede ignorar lo que significa no sólo el respeto a cada expresión individual de la voluntad popular sino el valor que tiene lograr aunque sea una sola banca en el Congreso. Sería extraño que el ministro del Interior olvidara que la actual presidenta, Cristina Kirchner, ocupó durante un buen tiempo un bloque unipersonal..
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